(Por Fernando Mata y Darián Mata)
“Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera” François de La Rochefoucauld
En tiempos de crisis cuestionarnos, lo que estamos viviendo y aprendiendo, ayudará a disminuir el riesgo de perder nuestra estabilidad emocional. Lo que nos permitirá negociar mejor con nosotros mismos nuestros pensamientos para así poder lograr obtener paz interior.
I) Paz Interior
Paz interior es esa sensación de tranquilidad y bienestar donde dejamos a un lado los pensamientos negativos, nos apartamos mental y emocionalmente de los conflictos cotidianos, y nos sentimos bien con nosotros mismos. Es pensar en el ahora, olvidarnos del pasado y dejar a un lado la incertidumbre del futuro. Es equilibrar el cuerpo, la mente y el espíritu. La paz interior no es algo que nos llega por sí sola. Es una decisión personal, algo que se construye de manera consciente. Esto depende de la actitud y los comportamientos que tomamos y practicamos en el día a día.
La siguiente parábola budista, nos brinda una gran lección: la paz interior es algo que no depende de las circunstancias externas, sino de nosotros mismos.
Un monje que buscaba la paz interior se retiró a una pequeña isla desierta y alejada. Se comprometió a estar realmente consigo mismo en paz. También se prometió no abandonar aquella isla y contentarse con su compañía. Después de muchos años de meditación y silencio, pensó que había llegado a la iluminación. Se sentía tranquilo, revitalizado y fresco, en completa sintonía con aquella isla y consigo mismo.
Estaba tan contento que decidió enviar una carta a su maestro anterior, agradeciéndole por sus enseñanzas, y contándole que había alcanzado la iluminación, que ya nada del mundo lo agobiaba o importunaba y que jamás abandonaría aquella plácida isla. El monje recibió una respuesta. Abrió con entusiasmo la carta y, para su sorpresa, solo leyó una serie de insultos contra su persona.
El monje se enojó tanto que decidió abandonar la isla para pedirle una explicación a su antiguo maestro. Cuando se encontraron, le preguntó qué significaban aquellos insultos. El abad sonrió y le dijo:
— Dijiste que estabas iluminado, que nada en el mundo te agobiaba y que no abandonarías la isla. Si unas meras palabras pueden enfadarte tanto y hacerte olvidar todo lo que has dicho, ¿realmente estás en paz contigo mismo?
Nuestra paz interior no debe ser negociable con nadie más que con nosotros mismos. La vida no se trata de evitar conflictos para encontrar paz interior, sino de administrar y negociar con ellos lo mejor que podamos. Como decía Virginia Woolf: “no puedes encontrar la paz evitando la vida”. Cuando nos invade una sensación de serenidad esto nos indica que vamos en el camino correcto.
II) Los eventos no son buenos ni malos, simplemente son
Es importante comprender que esta situación de la pandemia, que a simple vista sólo vemos como algo adverso, puede dejarnos grandes enseñanzas y resultar en un crecimiento personal si estamos abiertos a las nuevas oportunidades y retos que esta crisis nos presenta. Los eventos no son buenos ni malos, simplemente son, y somos nosotros quienes los interpretamos de acuerdo a nuestras vivencias y circunstancias personales. Un antiguo relato de una aldea china nos ejemplifica esto.
Cuenta la historia de un anciano campesino que tenía un viejo caballo para trabajar su campo. Un día, el caballo escapó a las montañas. Cuando los vecinos del anciano lo supieron, se acercaban para condolerse con él
¡Cuánto lamento su desgracia!
Pero, el labrador, les contestaba:
¿Mala suerte? , ¿Buena suerte? , ¡Sólo Dios lo sabe!
Una semana después, el caballo regresó de las montañas, trayendo consigo una manada de caballos salvajes. Entonces, los vecinos fueron a visitar al campesino:
¡Ahora sí que hay motivos para felicitarlo! , ¡Está con suerte!
Pero, el anciano, a todos les contestaba por igual:
¿Buena suerte? , ¿Mala suerte? , ¡Sólo Dios sabe!
El hijo del anciano labrador intentó domar uno de los potros salvajes. Se cayó y se quebró una pierna. Cuando el vecindario se encontraba con el campesino, le comentaban:
¡Este accidente, sí que es una verdadera desgracia!
No pensaba así, el viejo campesino y se limitaba a decir:
¿Mala suerte? , ¿Buena suerte? , ¡Sólo Dios sabe!
Un par de semanas más tarde, se supo que el emperador había declarado la guerra. Una patrulla de soldados entró en la aldea reclutando a todos los jóvenes que estaban en condiciones de enrolarse en el ejército.
Cuando vieron al hijo del viejo labrador con la pierna rota lo dejaron tranquilo. Las personas del pueblo se acercaban a su viejo y sabio vecino, preguntando:
¿Habrá sido “buena suerte” o “mala suerte”? ¡Sólo Dios sabe!
Al no ser los eventos o sucesos ni buenos ni malos, la interpretación positiva o negativa de estos termina siendo nuestra responsabilidad. Generalmente, ya sea por incertidumbre, pérdidas dolorosas, miedo, apegos, o falta de conciencia, es que terminamos viendo sólo el lado negativo de lo que nos sucede en nuestras vidas. Esforcémonos en ver el lado positivo de lo que estamos viviendo y así mantener nuestra paz interior.
Esta pandemia está logrando quitarnos paz interior. Estamos siendo presa del miedo, la ansiedad, la angustia, la desesperación y el estrés. No solamente nos está afectando física y emocionalmente, sino que también estamos perdiendo nuestra tranquilidad y bienestar, e incluso nos está afectando al definir o reafirmar el sentido de nuestras vidas.
“Quien cultiva su paz interior discierne más fácilmente el sentido de su vida” (F. Mata)
He aquí la importancia de esforzarnos en mantener nuestra paz interior.
¿Cuál es el sentido de la vida?, preguntó el conferenciante, hace muchos años, a un monje budista y éste le respondió sin vacilar: “El que usted quiera darle”.
En pocas palabras el sentido de la vida no es universal, sino que cada quien puede encontrar y/o definir el suyo.
III) El sentido de la vida
Todo pasa, todo cambia, todo evoluciona, todo se reinventa. Después de la pandemia no seremos las mismas personas que solíamos ser. Es importante que en esta época de crisis definamos, reafirmemos e incluso redescubramos el sentido de nuestras vidas. El sentido de la vida es lo que da significado y moldea el propósito de nuestra existencia. La sencillez y profundidad del siguiente cuento escrito por Asia Drozd nos explica el sentido de la vida.
“Erase una vez un rey que tenía una hija caprichosa. La princesa llegaba a la edad adulta y el rey decidió que ya era hora que se fuera a vivir sola. Organizó un concurso que se llamaba: “El Hogar Ideal para la princesa”. El ganador se podía llevar un premio muy grande de diez cofres de oro puro, 100 vacas y 100 caballos.
Los más grandes constructores y arquitectos del reino empezaron a crear un Hogar Ideal pensando en la princesa. Uno de ellos, un hombre con mucha experiencia en la construcción militar, construyo un castillo de piedra, con varias torres, sólido y robusto. Alrededor de él había situado varios guardias para su mayor protección. La princesa llegó, lo miró con admiración, diciendo: “Este lugar parece muy seguro para vivir”. Y se quedó viviendo un tiempo en él, disfrutando de la seguridad que le proporcionaba. Pero al cabo de un tiempo se sintió algo agobiada, porque las paredes eran tan gruesas que no dejaban que casi entrara el aire. Los guardias examinaban cada persona que se acercaba al castillo, por lo tanto, no podía tener mucho contacto con los habitantes del reino. Por lo tanto, decidió que no sería su Hogar Ideal.
Otro palacio, construido por un famoso arquitecto de Oriente, estaba hecho de diamantes, piedras celestiales y telas aterciopeladas. Era un lugar cómodo y a la vez precioso, las paredes brillaban con los rayos de sol y la luna, los muebles estaban hechos de cristales valiosos, las bellas telas invitaban a largos descansos. Los sirvientes, bellos hombres y mujeres, estaban siempre dispuestos a cumplir todos los deseos de la princesa. La princesa dijo: “¡Qué hermoso es este lugar para vivir! ¡Podría estar aquí mirando las gemas y contemplando su belleza todo el día, y disfrutando de la compañía de estos seres tan bellos!” Después de unos días, después de haber visto todas las gemas en las paredes y haber disfrutado del suave tacto de las telas, se sintió algo aburrida. Los sirvientes empezaron a molestarle porque no le dejaban hacer nada por sí sola, siempre intentando cumplir cualquier deseo suyo. Al final decidió que no era su Hogar Ideal para vivir.
Y así, iba visitando varios sitios, pero no se quedaba satisfecha con ninguno, a pesar que no les faltaba ni belleza, ni comodidad, ni seguridad. El rey, algo desesperado, dobló la cuota de premio que se llevaba el ganador del concurso. Un día se presentó en el palacio un hombre joven vestido de ropajes pobres anunciando que había preparado un lugar ideal para la princesa. Los sirvientes del rey se rieron: “¿Qué puedes ofrecer tú, pobre diablo, a nuestra princesa?” “Acompáñenme”, dijo el chico. Y fueron el rey, sus consejeros y la princesa a ver el lugar. Pararon frente de una modesta cabaña de madera rodeada por un jardín. Los consejeros empezaron a burlarse del chico: “¿Cómo puedes pensar que la princesa podría vivir aquí? Al fin y al cabo, se trata de una princesa, y no de una campesina”. Pero la princesa aun así quería probar. Descubrió que había un huerto donde no crecía nada y allí empezó a plantar flores, vegetales y árboles frutales. Se ocupaba del cuidado del jardín, cortando las ramas y fertilizando la tierra. El jardín florecía, los arboles daban sus frutos y la princesa podía ver cada día los resultados de su trabajo. El jardín siempre estaba abierto a todos. Los habitantes del reino venían a buscar hortalizas, verdura y fruta y se deleitaban de su sabor. A veces venían tempestades, a veces plagas, que exigían más atención de la princesa. A veces acababa muy cansada. Pero a pesar de esto, y con sorpresa para todos, ella se quedó allí. Dijo a su padre: “Mi jardín, al contrario de un castillo o palacio, nunca deja de crecer. Siempre puedo plantar algo. Cada día es una aventura. Y puedo compartir con todos los frutos de mi trabajo. Este es mi Hogar Ideal.
“El rey entendió y entregó el premio al chico joven. Dicen que este se casó con la princesa y juntos cuidaron del jardín durante muchos años”.
Este cuento nos explica como la princesa, que era una persona caprichosa, fue capaz de encontrar su paz interior y el sentido de la vida.
Al ocuparnos en algo que nos apasiona, donde percibimos estar completos y salvos y que somos dignos de amar y ser amados, nuestra salud emocional mejora.
Esta mejoría de salud emocional se traduce en liberar hormonas de felicidad como dopamina, serotonina y endorfinas que generan confianza en nosotros mismos, nos ayudan a mantener una mente organizada y así evitar pensamientos negativos que provocan depresión, violencia, enfermedades, entre otras sensaciones dañinas.
Es imperativo tomar consciencia que somos seres íntegros y holísticos. Las personas que tienen bien definido su propósito de vida, que alimentan sanamente su cuerpo, mente y espíritu han demostrado ser más saludables y felices.
La Neurofelicidad busca la forma de ser felices a través del autocontrol de los pensamientos. Es decir, llegar a la autoinducción de estados de felicidad al atraer pensamientos positivos y actuar constructivamente.
Dado que nuestro cuerpo somatiza los pensamientos negativos causando dolores físicos y/o psicológicos « dolores de cabeza, dolores de espalda, estrés, sentimiento de culpa, sensación de vacío, infelicidad, sentimiento de inferioridad, sensación de fracaso, entre otros», es importante trabajar nuestra habilidad para cambiar emociones, conductas y pensamientos de negativos a positivos.
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